Vengo de almidonar sirenas de rio,
del cimbreo de cachabas del
viejo que nunca seré,
vengo a rastrelar los mares de trigo,
a saquear de sueños y babas
la tinta de este papel.
Vengo del arañazo en la espalda,
del pico y la pala, del dulzor de la hiel
Vengo del tropiezo del comienzo
en la mañana,
de la duda en la certeza de tus
“yo nunca he”
Vengo de la acera de mi barrio,
de la sempiterna melancolía que
acomodo en mi cojín
De la bonhomía que en mi pecho
se hace fuerte cada día,
de tu suave calma, de mi ronco trajín.
Vengo de la ataraxia que sostenían
los aleros de mi desdicha,
del avinagrador de odres que fui
Vengo de ser verdugo de las venas
del sueño,
de la saliva de las salamanquesas
de la casa
en que nací…