La rubia de los ojos azules no exhibe
el fraguar de lágrimas en las aceras.
Baja las persianas como el que guarda
luto y ofrece su sonrisa desinteresada
a las colmenas que liban en ojos ajenos.
No reside su fuerza en promesas
incumplidas, y sabe que lo que duele
pasará, igual que la tormenta que
adormece las noches de verano.
Ella siempre está para los demás,
y olvida en cada rincón las pelusas
del ombligo, y cada anochecer, cierra
las ventanas a las musas que endulzan
el olvido.
La rubia de los ojos azules juega conmigo
al esconder, y reclama los versos que la
debo, sin saber que no hay vida en esta
vida, donde yo la pueda devolver, en mis
escritos los te quiero…