Miura

Amanecía desbocado como un miura,

y crujían los pilares que sostenían el dia.

Sus andares eran toscos, cansinos, como

la pesadumbre que ampara las noches más frías.

Cucaba el ojo a la mañana, y enseñaba los dientes

como un niño mellado.

Podías contar sus años de malandanza en los

surcos de su rostro, tan aniñado.

Las manchas de su piel pincelaban el mapa de

la bondad que exudaba, como acotan el mapa

las lágrimas del que añora su tierra.

El sinfín de virtudes que poseía rebatía en duelo

con su fulgor, tan obstinado.

Su mirada se amorraba al despuntar la noche

y no encontraba consuelo si no ardía mi alma

en la cuneta.

Se fue, como se va casi todo, sin impedimentos.

Hazme un favor.

Si le ves, dile que las manos ásperas siguen

encallando y esperando, que la vida sigue

doliendo, que a las briznas de hierba que

esquilmamos le debo los te quiero,

que a la noche en la cornisa

de su cielo le sigo

esperando…


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