Nunca había oído hablar del estruendo
de plumas al caer, ni del murmurar de
grillos en la mañana.
Rechazó por completo a dioses y profetas
y escarbaba en la basura en busca de una
caricia sincera.
Acartonaba el futuro mientras anegaba el
pasado en copas de sangre, y se meaba
en la boca de los hijos de nuestros hijos.
Tenía los ojos pequeños, un rostro enjuto
y unos surcos en la piel labrados
por la ignorancia del que no quiere saber
Tal vez le envidio.
No por su falta de empatía con la vida
Ni por su arrogancia,
Ni por su desgracia.
Quizá le envidio por cómo se fue,
quizás porque cuando yo me vaya
quiero que me quieran
como yo he
querido
ser…