Reían las libélulas en la charca
y los juncos se doblegaban con
la fe que da pero no otorga.
Libaban en mi cabeza las abejas
que fueron chispas y hogar,
y el cotrarar de las cigüeñas
desmigaban las nubes que entre
hogazas soñaban remar.
El vacío del portal esquilmaba
el polvo en los rincones,
los cuatro pares de patas que
tejían urdimbre en los cuarterones
que tocaban a muerto al
amanecer.
El balar del rebaño y su tintineo,
el hedor a cuadra que mitigaba
mis deseos, son la patria que
tiendo en las cuerdas al
anochecer.
El crujir de tus cimientos
en mis patas, el mugir de
tus secretos en mis ramas,
serán por siempre el calostro
que quiso verme
crecer.
👍👍
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