Aperos

Cura las horas el yugo que invado,

las lenguas de doble filo saben bien

de lo que hablo.

Se fueron por la ventana la escardilla

y la hoz, martilleando el tintineo que

resuena en el desván.

El trillo fue mi jergón horneando la

culpa que asumo, me daba el cobijo

que ahogué en algún cenagal.

Maté a la mula que tiraba del carro

del ego, me enseñó a apretar los

dientes y volar al zorzal, herede

una zoleta mugrienta y el cántaro

en la fuente, trasegó por siempre

al caño para no regresar.

La estrella de mis noches cayo

en la talega que quema y enfría

los aperos que fueron rencor

que no engancha el ancla en mis

mares de trigo, la quilla de mi frente

se desprendió,

ya no cantan las cigüeñas la melodía

de las tardes muertas,

la chopera embridó el otoño que

en mi pecho creció…


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