Te lo dije mil veces.
El destino y los dioses me tienen ojeriza.
Se ríen de las lágrimas del viento
y cambian a menudo la arena del reloj
que descabalga
las patas de mi cama.
El mirlo blanco que templaba mis sabanas
se deshace en los charcos que alfombran
el camino hacia tu casa.
Pienso que quizás, esto del saber es algo
enfermizo, como chabolas en primera
linea de vertedero, como la toalla
que se rebela en el tendedero
Yo moriré y ellos conseguirán el
tan anhelado deseo:
Un par de putas en los dinteles
que dan paso a la claraboya
de tu cielo
Muy bueno
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Gracias amigo
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