Yo condeno a la humanidad por todos sus errores,
maldigo a cada uno de los hijos de este crimen
premeditado que es la vida.
A esos miserables seres que hacen de la muerte una doctrina
y predican tradiciones obsoletas de toda culpa
A cada uno de ellos, que no ven más allá de sus raíces,
que el horizonte se les antoja eterno y extenúa su
frustración en el dolor de la piel ajena.
Quisiera ver cielos colmados de hogazas, llenas
las alacenas de sueños y miedos cobardes,
cigüeñas haciendo chavetas en los aleros
donde mueren los granos de avena y centeno.
Daré la vida de los míos a cambio de vuestro
ansiado final;
Seréis alba y ocaso, lumbre y paja,
vuestro hado ya no tuerce el brazo,
amor con amor se paga.